Cápsulas de Navidad (sabor a Andalucía)

  Una vez que se ha vivido la Navidad en Inglaterra, uno vuelve con los sentidos abiertos de par en par y deseoso de absorber todos los estímulos que ofrecen las fiestas en Andalucía. Después de hacer el contraste, tengo que reconocer que quizás me quedo con la de aquí. No tanto porque sea mejor ni peor, sino porque a su forma es muy genuina.
  Si por algo me gusta la fiesta en esta tierra es porque, al igual como cuando pruebas un buen plato de comida fusión, en ella puedes tocar todos los pueblos que han ido pasando por esta encrucijada de culturas. Y eso, para un tío como yo que ha estudiado Historia, me tendréis reconocer que tiene su innegable encanto.
  La Navidad en Andalucía huele a cultura mediterránea, pero también sabe a Al Andalus y a las Indias.
  Cualquier lugar de Andalucía con un mínimo de gracia puede serviros para descubrir cómo vivimos la Navidad aquí. Pero si tengo que elegir dos enclaves privilegiados, no pueden ser otros que Jerez y Sevilla.
  Jerez en Navidad es como un traje hecho a medida para su dueño. Basta pasear por el centro para encontrarte con algún grupo de amigos cantando villancicos por bulerías y darte cuenta enseguida, de que ese viejo dicho convertido casi en cliché que dice que en Jerez la gente tiene mucho arte, es absolutamente innegable. Aunque a veces, eso sí, se explote de una forma un poco cansina y limitada.
  El secreto de Jerez es la mezcla perfecta de fragancias. Al igual como un buen perfume, la Navidad en Jerez tiene un aroma fruto de esencias puras, nobles y armónicas. Sus calles huelen a turrón recién hecho de la Rosa de Oro, Pedro Ximenez de bodegas de apellidos ingleses, almendra tostada para hacer polvorones, maderas de caoba vieja de una casa antigua al pasar por su acera, leña ardiendo en el centro de una zambomba o perfumes especiados de las gitanitas de Santiago o San Mateo.
  Pero es en la zambomba donde se invoca a los ancestros para que esa noche canten con nosotros. Es en esa celebración donde, aunque ya de forma bastante tenue, aún es posible ver esa vida de las casas de vecinos y corraletas donde vivían nuestros antepasados. Porque en las zambombas aún sigue latiendo aquella España de la Edad Moderna, en la que por Navidades la gente humilde se reunía en un corral, donde sentados en sillas de enea, rodeados de gallinas, gatos con pulgas y teniendo como “decoración” damajuanas, aperos de labranza, un pozo con brocal árabe y un fogata bien viva; se llevaba a cabo un evento social - casi ritual - donde eran expurgadas las penas de todo el año, y como en un cónclave exorcizador, todos cantaban juntos por las alegrías y las cosas buenas que seguro estaban por venir.
  Por ello, si vais a una zambomba, fijaos en los detalles porque en ellos está lo que nos hace diferentes de cualquier otra forma de celebrar la Navidad. Mirad bien las manos que tocan palmas por bulerías, observad con detenimiento los ojos que muestran todo tipo de emociones (alegría, tristeza, melancolía, gozo, etc), bebed lo que ellos beben, cantad lo que canten y con paciencia y curiosidad, haced por observar todos los detalles que les acompañan o lleven consigo. Porque una zambomba es como un cuadro de Velázquez, Goya o Benlliure, sólo que animado e interactivo. Es una postal viva de la Andalucía y la Europa mediterránea que un día fuimos y aún corre por nuestras venas a poco que la invoquemos de nuevo.
  Por otro lado, si queréis tener una experiencia que os sirva de contraste para disfrutar bien con la cápsula de Navidad de sabor andaluz, id a Sevilla. 
  Sevilla es como una muñeca rusa, son varias ciudades que conviven entre ellas (con mejor o peor entendimiento), y que para disfrutar de una no se puede obviar a la otra. La capital de Andalucía sigue siendo reliquia de tradición, y mucho más en Navidad, por ello sus calles en estas fiestas huelen a incienso, azahar y romero. Los antiguos monumentos de piedra caliza contrastan con el rojo pasión de la flor de pascua. Las míticas calles Sierpes y Tetuán son un ir y venir de gente con bolsas de compras, paseando entre tiendas de marcas internacionales al lado de negocios con productos artesanales sevillanos de toda la vida. Por no hablar de la Campana, el centro de la olla de meigas donde arden la almendra, la yema tostada y el ajonjolí que perfuman a las calles aledañas y sirve de monumento viviente. Porque la Campana es la fuente de la que mana la sevillanía más castiza y folclórica.
  
  Pero no os quedéis aquí, ya que en las calles del centro de Sevilla en Navidades no solo hay olor a incienso y castañas o se escuchan villancicos. También encontraréis libros por doquier, cultura urbana donde elegir y las Navidades más frikis que uno pueda imaginar si se pasea por Fnac o Nostromo.
  Es decir, es en La Campana donde explota la esencia de Andalucía, pero no os quedéis solo con esa Sevilla, ni muchísimo menos creáis que esa es la única que existe. La ciudad es rica y diversa, por eso ofrece una Navidad tradicional pero también otras muchas modernas y cosmopolitas, como los rostros que uno ve paseando por las calles del centro. Y es que antes las novedades llegaban a Sevilla en galeones que venían de las Indias, pero hoy desembarcan en sus calles gracias a la Beca Erasmus. 
  Por eso, si queréis tener una Navidad intensa y ecléctica, ya sabéis para donde tenéis que tirar. Porque solo en Sevilla podréis comeros un polvorón de almendra de Écija mientras compráis un cómic americano que os vende una muchacha japonesa. Esto también es Sevilla en Navidad, esto también es Andalucía.

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