Ser emprendedor en el siglo XVI

  Existe un termómetro social que arroja resultados precisos, instantáneos, y además, es de acceso gratuito para cualquiera que necesite usarlo, se llama Twitter. Y en días como el 12 de Octubre, siempre está bien echarle un ojo para cuantificar el número de pajas mentales por minuto que se hace la sociedad española. Dato estadístico muy importante y que, por mucho que lo busquéis, os aseguro que no lo encontraréis en la página del INE.
 
  Si uno observa brevemente los temas que han sido tendencia a lo largo de la mañana de la festividad, se ve claro como, a grandes rasgos, podríamos definir dos posiciones respecto a la celebración: tuiteros en defensa a ultranza de la fiesta y el patriotismo, o en el lado contrapuesto, detractores lanzando todo su arsenal contra la celebración y su significado.
  Lo cierto, es que, unos y otros se mueven en ideas, la mayor parte de las veces, producto de la mezcla de churras con merinas, y además, con señas más que evidentes de saber de Historia lo mismo que yo de los secretos sobre el cultivo del boniato.
  Conviene, por tanto, ir invitando a que el personal se aclare un poquito las ideas. Y qué mejor forma de comenzar, que aprendiendo a diferenciar dos cuestiones que nada tienen que ver: el 12 de Octubre se celebra el día del Descubrimiento de América. No es el día de la clase política, ni el día de la monarquía, ni el del gobierno actual, ni el de las políticas económicas del PP ni nada que se le parezca. Es decir, si queréis criticar todos esos temas, y además, reclamar una y mil reflexiones sobre nuestros errores y carencias como pueblo, a mí me parece perfecto. Id dándome la fecha y yo me voy comprando el látigo para salir a la calle el día que fijéis y castigarme a mí mismo por haber nacido español. Bueno, a decir verdad, salid vosotros que yo os espero, porque lo mismo con un libro en las manos se podrían curar mejor nuestros errores que tuiteando un millón de críticas sobre nosotros mismos. Ahí lo dejo, por si alguno no había caído.
  Respondiendo a la idea general que hoy está en miles y miles de tuits, ¿es lógico, moral o sensato celebrar el día que comenzó la conquista de América, atendiendo a todas las barbaridades que se llevaron a cabo?. Rotundamente sí, y ahora os doy mis razones.
  Lo primero a lo que os invito, es a un ejercicio de empatía con aquellos antepasados nuestros que en el siglo XVI decidieron buscarse la vida al otro lado del Atlántico. Os pongo en situación:
 
  Si creéis que hoy día las cosas son difíciles en España, imaginaos cómo debían ser las esperanzas de progreso para un españolito de a pie en la Edad Moderna. Una época en la que tu sustento más básico dependía de que una cosecha no se fuese al traste por una plaga, un temporal o el ansia especulativa del poderoso de turno. Unos siglos en los que las epidemias campaban a sus anchas aniquilando bien y sin mirar a quien, donde la vida en el campo era mísera y hostil, pero si te ibas a la ciudad, poco podías hacer más que mendigar o vivir al límite de la subsistencia. Una España difícil, muy difícil para progresar. Donde si no era tu señor, tu obispo o tu rey, siempre había alguien por encima tuya dispuesto a sacarte los cuartos para palacios, fiestas o guerras con las que defender un Imperio con cuerpo de gigante pero pies de barro.
  Así era la España en las que le tocó vivir a los conquistadores. Qué fácil es ahora llamarles codiciosos, ¿verdad?. ¿Cuánto valor había que tener para cruzar media España, jugarte todos tus ahorros para un pasaje en un barco, atravesar el Atlántico en un galeón rodeado de peligros, tanto dentro como fuera de la nave, desembarcar en las Indias y abrirte camino en un territorio por completo desconocido? Lleno de incertidumbres, desafíos y peligros en forma de animales salvajes, pueblos hostiles, enfermedades, mares infestados de piratas, selvas laberínticas que se alimentaban de hombres, ríos salvajes, cordilleras heladas y, por supuesto, que no se os olvide un detalle. Nuestros antepasados no iban por el nuevo continente de la mano de Pocoyó, sino acompañados de hombres dispuestos a vivir a costa de engañar, robar o asesinar al primero que se les cruzase por su camino, ya fuese español o indígena.
 

  Era algo así como “emprender” pero a lo bestia. Sin billete de vuelta, sin saber siquiera si llegarías a pisar las Indias o el galeón se iría al fondo de mar contigo. Sin saber qué suerte te esperaría y qué sería de tu familia que dejaste en España.
  Pero ahí estuvieron ellos, o nosotros, es decir, el pueblo que éramos hace quinientos años. Brutal,  fanático, codicioso y sin escrúpulo alguno. De acuerdo. Pero también audaces, valientes y capaces de llevar a cabo una conquista de una envergadura asombrosa. 
   Fueron grandes aquellos españoles, ¡Joder, si lo fueron! Porque no solo abrieron la cerradura que nos descubrió la otra mitad del mundo, sino que además supieron crear una cultura que hoy llamamos Hispanidad, integrada por, nada menos que, 500 millones de hispanohablantes.
 
  Por supuesto que no fue gratuito. La interacción del gigante español con las culturas indígenas supuso una debacle humana donde los campos se empaparon de sangre derramada por nuestras brutales y poco piadosas espadas.
  Pero no voy a caer en estupideces demagógicas buenrollistas, como decir que los españoles deberíamos pedirles perdón a los sudamericanos de hoy día. Porque sería tan absurdo como que Inglaterra le pidiera explicaciones a los países nórdicos por las invasiones de las hordas vikingas y todas las masacres que estos hicieron, o que España le exigiera una disculpa a Italia por la conquista romana, que no fue precisamente indolora.
  Nada más lejos de algo así, tanto Reino Unido como España han asimilado dichas conquistas entendiéndose como un proceso propio de la Historia en la que las distintas civilizaciones y pueblos han ido tomando terreno en el gran tablero del mundo. Por supuesto, es evidente, que el resultado de esta dinámica siempre ha sido el fuego y la muerte, pero también la siempre positiva mezcla de sangres, la fusión de culturas y el nacimiento de nuevas realidades sociales y humanas.
  Quedarnos solamente con el lado más atroz es un estúpido reduccionismo de una realidad muy compleja, como fue la Conquista de América. Haciendo esto nos olvidamos de todos esos antepasados nuestros, que a bordo de un barco apretaron los dientes y se tragaron las lágrimas mirando siempre al frente.
  Es fácil juzgarlos ahora, cuando vivimos con las necesidades básicas cubiertas. Así es fácil ir de buen rollo, claro. Cuando, a pesar de la situación en España, la mayoría tenemos muchísimas oportunidades de progreso que nuestros antepasados no podía ni imaginar. Ya que muchos de ellos únicamente contaban con el filo de la espada para abrirse camino en un territorio desconocido y hostil. Porque no eran chavales que iban de Erasmus, ni emigraban para ahorrar dinero con el que comprarse un palacio en España. Se trataba de abrirse paso en un continente lleno de peligros con el único fin de llevarse algo al buche. Así de simple.
 
 
  Mostremos, por tanto, un mínimo de respeto a esos hombres que le hicieron saber al mundo de que estamos hechos los españoles. Porque no fueron ni más ni menos codiciosos que los aztecas, los generales romanos o los caudillos vikingos. Ni más ni menos inteligentes e intrépidos. Ni más ni menos honorables sus acciones que las de los otros pueblos. Ya está bien de complejos occidentaloides, que hacen parecer que España fue la culpable hasta de la desaparición de los dinosaurios.
  En mi opinión, yo cada 12 de Octubre  tengo motivos para sentirme orgulloso. Porque es desde España de donde partió un puñado de hombres, como hoy llamaríamos, emprendedores e innovadores, dispuestos a todo por hallar una ruta más corta para llegar a las Indias, con el tremendo beneficio económico y futuro próspero que eso significaba.
  De lo que ocurrió después, quizás podríamos echar la culpa al Dios que nos creó, porque llevamos haciendo lo mismo desde que pusimos un pie en la Tierra. O mejor aún, y bastante más útil, podemos optar por pillar un libro de Historia para que algún día los pueblos puedan sobrevivir y luchar por el progreso, pero armados de ideas y dispuestos a defenderlas con tinta en vez de espadas. Pero nada de esto está reñido con celebrar el 12 de Octubre.

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