Un puente para retratarnos a todos



  
  Tengo que reconocer que desde hace tiempo me viene fascinando la historia de las obras públicas que se han desarrollado a lo largo de los siglos en territorio español. Y lo cierto, es que, acordándome de aquellos ingenieros romanos que fueron los primeros en construir puentes en este país, viendo el Puente de la Constitución de 1812 no puedo evitar sonreír. Ya que pienso en lo orgullosos que estarían ellos, al ver hasta qué punto hemos llevado a la máxima potencia el desafío que sus constructores iniciaron a los límites que la orografía española imponía.

  Sin embargo creo que debo ser el único que siente orgullo al ver la inmensa mole de más de 170.000 toneladas, una megaestructura con todas las letras y sin duda también una genial proeza de la ingeniería moderna.
  Sé que en España está mal visto alegrarse cuando algo merece una sonrisa, sé que no mola el positivismo y que la crítica y los comentarios cínicos y sarcásticos riéndonos y cargando contra nosotros mismos es lo que mejor funciona en Internet o cualquier conversación de café.

 

  En otro país habrían hecho un gran documental grabado como Dios manda, donde toda España pudiese conocer y valorar el tremendo esfuerzo que los autores del puente - tanto el equipo de ingenieros y jefes de obra de Dragados (con Javier Manterola como director, una eminencia en el mundo de la Ingeniería de Caminos) como todos los trabajadores del proyecto - han llevado a cabo para beneficio de Cádiz y orgullo del talento español.

  Si se hubiese realizado en Japón, China o EE.UU lo veríamos con otros ojos, pero como lo hemos diseñado y construido nosotros lo miramos pensando: "Ah, sí...el segundo puente ese, sí…”. Menos mal que en el extranjero valoran muchísimo más nuestro talento que nosotros mismos, por ello Dragados es una potentísima empresa con capacidad más que probada para llevar a cabo grandiosos proyectos de ingeniería a lo largo y ancho del mundo.

  No exagero si digo que tenemos equipos de ingeniería de obras públicas con un nivel extraordinario, y no hay mayor prueba que el recién inaugurado Puente de la Constitución de 1812.

  Tengo que reconocer que me ha defraudado enormemente (por otra parte no sé de qué me asombro) la actitud que ha tenido la clase política frente al evento de la apertura del puente. Unos han querido aprovechar la ocasión para ponerse medallas, otros han actuado con actitud de trinchera y ceguera política, no dando a la infraestructura el lugar que yo creo que se merece. Unos y otros han politizado el puente de Manterola, Dragados y sus trabajadores, Cádiz y España.


  
  Quizás en un futuro, cuando echen la vista atrás, se arrepientan por no haberle dado a la obra el sitio que le correspondía, tal vez, cuando desde fuera nos reconozcan la grandiosa proeza de las matemáticas materializada en acero y hormigón que hemos sido capaces de llevar a cabo, lo mismo, como siempre ocurre, nos miraremos los unos a los otros, y entonces nos dé por decir aunque solo sea por un momento: bueno... quizás deberíamos habernos sentido orgullosos, aunque fuese solo un instante, aunque fuese tan solo por un momentito.
  Lo mismo la crisis, la necedad de los políticos, la desesperación de la ciudadanía o la falta de ilusión; no nos dejó ser conscientes de que a lo mejor un puente no cambia nada de la noche a la mañana. Pero su sola visión ya es motivo suficiente para sentir y creer, que por talento y capacidad de trabajo, tenemos motivos suficientes para abandonar nuestros malditos complejos y empezar a creer un poco más en nosotros mismos.

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