Aquí está la frontera que separa tu casa y la mía

  Os voy a contar un secretito: cuando se inicia un fenómeno migratorio de gran intensidad, da igual cuanto empeño pongamos en frenarlo que al final siempre termina siendo por completo imparable. Esto no es una opinión subjetiva: es una certeza histórica.
 Ahora también os digo, todo país por necesidad natural debe velar por el control en sus fronteras, y cuando grandes masas humanas no tienen nada que perder por intentar entrar sin permiso en tu casa, solamente quedará al final una opción: el uso de la violencia. Esto no es un pensamiento de derechas ni insolidario, ésto pertenece a la ideología del sentido común.
fotografía de eldiario.es
 Todo el mundo ha señalado a los políticos desde que comenzó la crisis como el mayor foco infeccioso que enferma a nuestro país. Pero hoy quiero ponerle nombre al verdadero cáncer silencioso que corroe nuestra sociedad: es la demagogia, amigos. Ya que esta ruin estrategia viene siendo utilizada en el lenguaje político de un modo realmente contagioso, no haciendo más que desenfocar, desvirtuar, empobrecer e intoxicar la visión que el ciudadano de a pie se forma en su día a día. Esto se debe a que todo lo que hablamos y opinamos debe de forma obligada pasar por el aro de lo políticamente correcto, y si no es así, rápidamente cargan contra nosotros los inquisidores de nuestros días; ya sea el político demagogo de turno, el profesor de tu hijo, tu compañero de trabajo o tu vecina del piso de en frente.
 Y este tema, como no podía ser menos, está siendo también pasto de la demagogia. Mirad, las fronteras se deben defender, nuestras leyes que rigen la emigración se deben defender, pero lo que más se debe defender es el valor de la más absoluta obviedad. Tenemos cinco millones de parados, por lo que España está muy lejos de poseer capacidad para lograr transformar a todas esas personas que desean saltarse la valla en ciudadanos de pleno derecho con unas condiciones laborales dignas. Por ello es lamentable cargar como se ha cargado contra las fuerzas del orden, en concreto la Guardia Civil. Los mismos “tíos de verde” que día tras día se juegan el tipo tratando de evitar que el Estrecho de Gibraltar sea la autopista de la droga en Europa, para que encima luego vengan desde Bruselas a tocarnos las narices. Los mismos “tíos de verde”, por cierto, que muchísimas veces han socorrido a centenares de inmigrantes que se habían quedado a la deriva en el mar.
 Pero es que resulta que cuando llegan doscientos hombres dispuestos a saltar una valla, como vosotros comprenderéis, al final por muy políticamente correctos que queramos ser, o muy cobardes morales que estén siendo algunos, solo nos va a quedar el único recurso posible: el uso de la violencia en forma de cargas de antidisturbios. Si, lo sé, va a quedar super feo en el telediario, nada in chicos, nada trendy.
  Me parece muy noble por tu parte que no quieras mirar hacia otro lado cuando hay injusticias que claman al cielo, pero solo te pido que reflexiones con sinceridad sobre la siguiente cuestión, es fácil y cómodo condenar las más graves de las calamidades humanas cuando las vemos en fotos en la pantalla de un IPad. ¿Pero hasta dónde estarías dispuesto a llegar por lograr algún día cambiarlas?. Nelson Mandela estuvo media vida en la cárcel por conseguir su sueño. ¿Y tú? ¿Sacrificarías algo más que ese medio segundo que tardas en compartir una publicación en tu Facebook?.

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